La Comunidad Maltesa en las tierras meridionales Alicantinas, tras la medianía del siglo XVIII.

Gonzalo Martínez Español.

Los estudios demográficos en torno al siglo XVIII español, han reflejado un aumento continuo de la población en toda la geografía peninsular. Después del bache demográfico atravesado en el siglo XVII, el Reino de Valencia experimentó uno de los crecimientos más considerables en España durante el siglo XVIII, llegando a casi cuadriplicar su población, aproximándose al millón de habitantes[1]. Este incremento estuvo posibilitado por un elevado crecimiento natural, unido a una recepción ininterrumpida de inmigrantes, procedentes de otras regiones españolas y en menor medida de extranjeros.
En el transcurso del siglo XVIII, la Monarquía ilustrada adoptó distintas medidas políticas orientadas a fomentar la entrada de extranjeros en España, pues consideraba que el asentamiento de inmigrantes resultaba fundamental para incrementar el desarrollo de la actividad industrial y comercial. Por ello, el gobierno ofreció a algunos colectivos foráneos la exención de impuestos, ciertos privilegios y la naturalización como españoles. No obstante, la recepción de extranjeros estuvo limitada por problemas de credo religioso, ya que la primera ley que toleró la entrada y residencia en España a artesanos no católicos, fue promulgada el 28 de junio de 1793. Si bien es cierto, que en el siglo XVII se habían hecho excepciones con holandeses y alemanes.
España se convirtió en tierra de promisión durante el siglo XVIII, ya que reunía suficientes alicientes para aquellos, que motivados por razones económicas, decidieron abandonar su país, buscando una situación más propicia para prosperar. Se establecieron inmigrantes de diversas nacionalidades, con un neto predominio de franceses, seguidos a distancia por italianos, y en proporciones cuantitativamente menores alemanes, irlandeses, portugueses, malteses, etc.

 1. CAUSAS  DE LA EMIGRACIÓN  MALTESA A ESPAÑA.

Los malteses fueron instalándose en la Península Ibérica  a lo largo del  Setecientos, si bien, el flujo migratorio de mayor intensidad vino a producirse en la segunda mitad de la centuria.

El profesor Carmelo Vasallo ha puntualizado las razones socioeconómicas que impulsaron el éxodo maltés a España[2]. Por un lado, la población maltesa casi había duplicado sus efectivos demográficos con el avance del siglo XVIII, pasando de 50.000 habitantes en 1680 a algo más de 90.000 en 1788, convirtiéndose en el Estado más densamente poblado del Mediterráneo. Por otro lado, la orden de los Caballeros de San Juan, había realizado importantes inversiones en la economía del archipiélago, al mismo tiempo que sus fuerzas armadas, su administración y sus proyectos constructivos, ofrecían considerables oportunidades de trabajo a los habitantes de las poblaciones portuarias. Estas fuentes tradicionales de empleo, así como la actividad corsaria, entraron en una fase de precipitado declive en el siglo XVIII, en especial, en su segunda mitad. No obstante, Malta encontró un nuevo medio de supervivencia económica en el cultivo y producción de algodón hilado, que proporcionó empleo a amplios sectores de la población maltesa, insertando a los pueblos del archipiélago maltés en el marco de una economía internacionalizada.

El algodón maltés vino a convertirse en un monocultivo especializado orientado a la exportación, y por tanto, sujeto a los vaivenes del mercado internacional. Se distribuía hacia los centros manufactureros de Italia, Francia y España, adquiriendo la industria textil catalana un protagonismo creciente, llegando a convertirse en uno de los centros receptores más destacados para el algodón maltés. La comercialización de algodón hilado, paralelamente generó un comercio recíproco, ya que los malteses adquirían tejidos a unos precios muy competitivos en estos centros fabriles, que a su vez, podían revender al menudeo en multitud de poblaciones españolas.

Simultáneamente, se había producido una sustitución en el uso de las telas de confección en el transcurso del siglo XVIII. Los tejidos de algodón experimentaron un gran auge, desplazando a algunos géneros de lana, que resultaban más caros y menos apropiados para climas templados y cálidos, especialmente en verano. Además, el algodón ofrecía una mayor variedad ornamental con sus estampados, y desde comienzos de siglo eran solicitados en España, importándose de Asia o desde los centros fabriles europeos. La política ilustrada de la Monarquía, auspició el incremento de la producción manufacturera y textil hispanas, adoptando una serie de medidas tendentes a imposibilitar la importación de tejidos extranjeros en determinados momentos. Así, la Corona dictó normas prohibitivas para la seda asiática en 1718 y 1728. De igual modo, prescribió la importación de tejidos de algodón fabricados en Asia, África o Europa en 1728, permitiendo únicamente la importación de “algodón no labrado fruto propio de la isla de Malta”, aunque en 1742 las prescripciones se derogan, posiblemente al no tener suficiente capacidad para hacer frente a la demanda nacional, volviéndose a implantar las prohibiciones en años posteriores para géneros estampados en algodón, lino, o mezcla (1768, 1769, 1771, 1773, 1793)[3].

La concurrencia de estas circunstancias va a permitir que un considerable conjunto de malteses deje su patria, y se trasladen a España, para ejercer de modo casi exclusivo, el oficio de comerciantes de telas al por menor. Llegando a constituir un rosario de pequeñas comunidades maltesas, diseminadas a lo largo de la periferia mediterránea desde Castellón hasta Cádiz.

Dentro del colectivo maltés, cabría diferenciar a los isleños afincados en Cataluña, ya que presentan un perfil profesional distinto a sus congéneres, pues se ocupaban de la venta y distribución del algodón hilado proveniente de Malta, y paralelamente, algunos de éstos ejercían como comisionistas de sus compatriotas, adquiriendo géneros textiles para distribuirlos entre sus paisanos instalados en España.

Cuestiones de tipo religioso o idiomático no supusieron obstáculo para la incorporación de los malteses en la sociedad española. Los isleños eran católicos profesos y aunque en Malta se habla una lengua propia de origen semítico, muchos malteses entendían y hablaban italiano, dadas  las seculares relaciones de vecindad que se mantuvieron entre Malta y Sicilia.

2. REGLAMENTACIÓN DE LA JUNTA DE COMERCIO Y MONEDA SOBRE LA PRESENCIA MALTESA EN ESPAÑA.

La comunidad maltesa que fue diseminándose por territorio español en el Setecientos, manifestó escaso interés por arraigar permanentemente en suelo hispano, pues infundidos por el espíritu de retorno que alienta a todo emigrado, la gran mayoría tan sólo deseaba comerciar durante algún tiempo, obtener ganancias y retornar a su patria.

Las ordenanzas reales que se habían promulgado en el siglo XVIII, contemplaban tres categorías jurídicas para agrupar a los extranjeros instalados en España[4]. Los transeúntes, caracterizados por estar de paso, con entradas y salidas constantes sin constituir domicilio permanente, y exonerados de impuestos y cargas concejiles. Los avecindados, considerados a todos los  efectos como vecinos y obligados a las mismas cargas y contribuciones que los nativos del país, y los naturales, que eran los extranjeros que obtenían su naturalización mediante la apertura de un dilatado expediente de naturaleza, que incluía la petición del interesado y su probanza mediante testigos. Al colectivo maltés les resultaba mucho más provechoso permanecer en la condición de transeúntes, adscritos al consulado de su nación, rango que les dotaba de mayor movilidad, dadas las características específicas de su  labor profesional.

Encuadrados dentro del ramo de comerciantes textiles al vareado, creado por Carlos III en 1764,  los malteses vendían sus productos a  precios muy competitivos, dañando sensiblemente a los tenderos nacionales. En la década de 1760, los comerciantes españoles interpusieron pleitos ante la Real Junta de Comercio y Moneda, alegando abusos y fraudes por parte de los malteses. La Junta de Comercio elaboró una reglamentación orientada a regularizar la actividad y presencia maltesa en el territorio español, plasmadas en las conocidas leyes de 11 de enero de 1771, 18 de mayo y 17 de octubre de 1774.

La primera provisión emitida el 11 de enero de 1771[5], trataba de estipular una legislación común a todos los isleños residentes en territorio hispano, que les igualase jurídicamente con los españoles. El edicto conminaba a que todos aquellos malteses que tuviesen casa y tienda fija, y desearan continuar con su comercio al detalle, debían acudir en el plazo de 8 días ante los escribanos de su localidad, formalizar escritura notarial en la que debían renunciar a su fuero natal y domicilio, -es decir a su nacionalidad-, avecindarse como vasallos de su Majestad, incorporarse a su respectivo gremio, -que era el de mercaderes de vara o comerciantes al por menor-, sujetándose a las leyes españolas, y los casados en Malta debían traer a sus mujeres en el plazo de un año.

Asimismo, la orden fijaba la obligatoriedad de enviar una copia a la Real Junta de Comercio y Moneda, y cumplir el requisito de tener que depositar la escritura original en la escribanía del respectivo Ayuntamiento, a fin de que las autoridades municipales velasen por el seguro cumplimiento. Los malteses que no deseasen renunciar a su nacionalidad, continuarían como transeúntes en España, no pudiendo efectuar venta al menudo, sino realizar comercio al por mayor en lonja cerrada.

A fines de 1771, Juan Bautista Gabarri, agente general de Malta en España, interpuso una apelación ante la Real Junta de Comercio, expresando las dificultades que manifestaban los malteses casados para poder cumplimentar el requisito de traer a sus cónyuges a España. El cónsul Gabarri requería a la Junta para que fueran excluidos de dicha responsabilidad los malteses ya establecidos con tienda fija, pues las esposas se resistían a abandonar su patria, unido a que en Malta no les permitirían embarcar en dirección a la Península, y a que muchas de ellas comerciaban en Malta para sustentarse. Además, Gabarri solicitaba que la obligatoriedad de traer a las esposas, tan sólo fuera de preceptivo cumplimiento para los nuevos residentes.

La apelación trajo nuevos dictámenes de la Junta de Comercio. El secretario don Luís de Alvarado, trasmitió órdenes a los Intendentes el 21 de enero de 1772, a fin de que las autoridades municipales emitieran un informe, haciendo constar el número de malteses casados y solteros afincados en tierras españolas[6], debiendo consignar a los que sí habían traído a sus esposas. En cuanto a los que contravenían la ordenanza, debían especificar las razones del incumplimiento, y comunicar si estaban a la espera de recibir a sus consortes. La Junta concedió un plazo de 2 meses para la ejecución de los listados, y dejaba en suspenso, hasta nuevo aviso, cualquier otra medida relativa a los malteses casados y establecidos, pero sí era de preceptivo cumplimiento para los de nuevo asentamiento.

El recuento nos permite vislumbrar una distribución inicial de los isleños instalados en territorio peninsular en 1772. En dicho año, Carmelo Vassallo contabiliza 201 malteses diseminados por 22 poblaciones del Reino de Valencia. En tierras alicantinas, los malteses se habían ubicado en seis localidades: Alcoy, Alicante, Aspe, Elche, Novelda y Orihuela[7].

La venta de tejidos al por menor imprimía una gran movilidad a la comunidad maltesa, que se desplazaba de unos lugares a otros para encontrar mercados propicios para su venta, viéndose obligados en muchos casos a practicar huidas clandestinas a otros reinos, o bien a su patria. Conscientes de estos hechos, las autoridades reglamentaron nuevas disposiciones, que sin coartar la libertad de movimientos en suelo hispano, les pudiera facultar para obtener mayor control sobre los malteses. En este sentido, la ley de 18 de mayo de 1774 establecía la obligatoriedad de que los malteses que desearan establecerse en España, tenían que ser avalados mediante fianzas por vecinos residentes en tierras españolas, estando obligados a repetir dichas fianzas ante el Justicia de cada municipio donde nuevamente se domiciliasen, a fin de evitar el quebrantamiento de la normativa dictada en 1771[8]. La inobservancia de la reglamentación conllevaría el cierre de sus tiendas.

Una nueva interpelación cursada por Juan Bautista Gabarri ante la Junta de Comercio, reiteraba la imposibilidad de traer las esposas desde Malta, ya que ellas argumentaban su miedo a cruzar el mar, el cambio de clima, la negación de sus hijos a acompañarlas, etc. Al mismo tiempo, Gabarri hacía patente las enormes dificultades que experimentaban los malteses para poder hallar avalistas españoles que les pudiesen garantizar, máxime cuando eran unos desconocidos recién llegados a España.

La Junta de Comercio emitió una nueva resolución el 17 de octubre de 1774, acordando que volviera a elaborarse un informe con la situación de los casados, y que se admitiera por fiadores a sus propios compatriotas ya establecidos, de modo que se mantuvieran domiciliados y no salieran del Reino sin legítimos pasaportes. El edicto determinaba que debían ser al menos tres malteses ya establecidos con tienda y comercio, los que constituyesen la fianza, y cuando algún isleño mudase de residencia, era preceptivo que acompañara el aval con un informe de la Justicia local, donde certificase ser cierta dicha fianza y haberse otorgado con arreglo a derecho. En caso de salir del Reino, debía ser con licencia previa de la Junta de Comercio y Moneda, demandando el permiso ante las Justicias locales, y justificando ante ellas el motivo de su marcha[9].

3. LA COMUNIDAD MALTESA EN LAS COMARCAS MERIDIONALES ALICANTINAS.

La práctica mercantil de los malteses era variada, rigiendo sus comercios tanto en solitario, como corporativamente en compañía de otros compatriotas, que a menudo eran sus familiares más allegados. El comerciante maltés disponía de una capacidad financiera baja, ya que emprendían la aventura comercial dejando sus casas y familias como aval, solicitando ayuda monetaria a una red de prestamistas de la isla, para posteriormente surtirse de géneros en los puertos italianos, franceses, y cada vez más, en el área de Barcelona, encaminándose a venderlos por las distintas plazas españolas. La familia tuvo un destacado protagonismo, a menudo era el lugar de procedencia de los capitales invertidos. En muchos casos, las esposas maltesas jugaban un relevante papel como fiadoras de los préstamos tomados por sus maridos, y actuaban como agentes de venta de los productos adquiridos por el marido en la Península, lo que evidencia las fuertes reticencias de las mujeres a abandonar Malta e instalarse en España.

Eugenio Larruga, cronista de la  Junta General de Comercio, declaraba que un gran número de comerciantes malteses vendían sus mercancías en las calles de Valencia y Alicante en las primeras décadas del siglo XVIII[10], probablemente practicando un comercio itinerante en las vías públicas de los pueblos, mediante puestos móviles que transportaban a lomos de mulas. Las fuentes documentales consultadas retraen la presencia maltesa en las comarcas alicantinas a la segunda mitad de la centuria, constatando asentamientos malteses a partir de la década de 1760.

Seguidamente relacionamos un grupo de localidades en las que hemos constatado establecimientos de malteses, que evidentemente es ampliable a otros municipios. No obstante, existe algún caso como la villa de Elda, donde las distintas relaciones de extranjeros no recopilan malteses.

Alicante

Durante el Setecientos, Alicante y Orihuela eran las ciudades más pobladas de la zona meridional valenciana, por tanto, ejercían como focos de atracción y recepción de inmigrantes. A ello, se sumó que Alicante se había convertido en una eminente ciudad portuaria, y por tanto, puerta de entrada para buen número de extranjeros, animados a instalarse en las comarcas alicantinas.

El padrón de avecindamiento de 1754 estudiado por Enrique Jiménez[11], recoge 200 extranjeros residiendo en la ciudad (113 franceses, 75 italianos, 8 ingleses, 2 alemanes, 2 irlandeses), sin consignar la presencia de maltés alguno. Dos décadas más tarde, la documentación del Tribunal de Comercio de Valencia, consultada por Carmelo Vasallo reseña más de 10 malteses avecindados en la ciudad de Alicante en 1772[12].El mismo autor tiene confeccionado un listado, donde anota varios malteses residentes en la ciudad. En 1791 encontramos a Vicente Busutil,  Miguel Marchena (reside desde 1772), Giuseppe Rossi, Felice Xuereb, Roque Bandín (reside desde 1771) y Pedro Pablo Bandín, -éstos dos últimos se instalan posteriormente en Ibi-.

También hallamos algunos malteses asentados en poblaciones circunvecinas a Alicante, adscritas a su jurisdicción. En San Juan residían  Fortunato Caruana y Juana Rosa Capelo, y en Villafranqueza Salvador Ellul, casado con Josefa Alcaraz. Llevaban algunas décadas afincados en Alicante, ya que algunos de sus hijos nacidos en tierras alicantinas, entablaron lazos matrimoniales con malteses o hijos de malteses establecidos en Aspe a comienzos del siglo XIX.

Orihuela.

Orihuela contaba con un apreciable número de malteses en 1771, ya que hemos contabilizado 17 isleños que formalizaron escritura de renuncia de fuero ante notario. Si bien, la presencia maltesa iría reduciéndose en las siguientes décadas.

En el año 1771, todos los malteses establecidos en Orihuela ejercían la venta minorista de telas, algunos agrupados en tienda compartida, otros comerciaban en solitario. En ese año, encontramos en comercio asociado a Francisco Vasallo y Carmelo Vasallo –hermanos- en compañía de Mateo Abela y Francisco Spitiere; igualmente regentan comercio compartido Juan María Blanco y Tomás Abela, también Lorenzo Psayla y Joseph Cassar. Del mismo modo, encontramos grupos familiares constituidos por padre e hijos; así tenemos a Miguel Ángel Grech con sus hijos Pedro, Lucas y Antonio, ó  Victorio Mallia con sus hijos Salvador y Lucas. El comercio en solitario lo ejercían Joseph Trambet y Lorenzo Abela[13].

Tras el requerimiento del Intendente de Valencia, el recuento de 1772 computó 18 malteses en Orihuela, 6 casados sin sus cónyuges y 12 solteros[14]. Junto a los existentes en 1771, se había incorporado al vecindario Juan Abela.

Las tiendas maltesas disponían de un amplio surtido de géneros textiles, con mercancías de variada procedencia. El negociante Joseph Casar, manifestó ante la administración de rentas reales de Orihuela, los géneros que había importado para proveer su tienda en 1772, expedidos  mediante albaranes de la real aduana. La relación recopila los siguientes géneros[15]:

RELACIÓN DE GÉNEROS IMPORTADOS POR JOSEPH CASSAR EN 1772

– 4 bultos mombillar
– 2 piezas lamparilla azul
– 22 piezas de lienzo la Rosa
– 6 bultos ranís blanco
– 26 bultos gambanos
– 3 bultos de bayeta muniquina inglesa
– 1 pieza de bayeta inglesa
– 1 pieza de bayeta fina
– 2 piezas de monfort
– 3 docenas de pañuelos chamizo virados
– 2 docenas de pañuelo de hilo
– 10 piezas pañuelos clarín
– 4 bultos veintenos
– 9 arrobas de algodón hilado de Malta
– 1 pieza de media holanda
– 45 piezas de linette
– 10 piezas de chavali estrecho
– 2 piezas de lienzo plomado
– 8 piezas de caserillo blanco y plomado
– 1 pieza de chamelote lana
– 14 piezas de terlís
– 12 piezas de Cambray
– 6 piezas y 96 varas de crea angosta
– 4 piezas de platilla
– 4 piezas de dolanes
– 2 piezas de cretona
– 2 piezas de grenoble
– 47 piezas de de laval blanco y plomado
– 147 varas de laval
– 2 piezas de grenoble blanco
– 346 varas grenoble blanco
– 1 pieza de chamelote lana
Cuadro I.  GÉNEROS MALTESES EN UNA TIENDA ORIOLANA

La matrícula de extranjeros de 1773 consigna un apreciable descenso de malteses en Orihuela, inscribiendo únicamente a 7 individuos: Joseph Tranblet, Francisco Vasallo, Joseph Cassar, Pedro Grech, Victorio Mallia, Jorge Chantar, y Juan María Blanco[16], aunque en años sucesivos encontramos nuevas incorporaciones   –aparecen 4 nuevas en 1774, etc.-. Asimismo, comprobamos que desde Orihuela se producen reasentamientos hacia algunos pueblos de su corregimiento, hallándolos en Almoradí, Callosa de Segura, Guardamar, Albatera, Benejúzar, etc.

Después del decreto que les obligaba a convertirse en españoles, Juan Bautista Mocholi, cónsul general de Malta, tramitó una reclamación dirigida al gobernador de Orihuela en 1773, alegando que no debía incluirse a los mozos malteses en los sorteos de quintas. Circunstancia que se había realizado con Jorge Chantar y Mateo Abela, vecinos de Orihuela, medidos para el sorteo de quintas, ya que la normativa real, excluía del ingreso en el ejército a los extranjeros, aunque estuvieran nacionalizados. Felipe Caballero, corregidor oriolano, respondió que los malteses no estaban reputados como extranjeros y por tanto debían estar contenidos en los alistamientos[17]. En una nueva misiva dirigida al corregidor, el cónsul maltés informaba que había acudido al auditor militar de la Capitanía General de Valencia, y éste corroboraba sus argumentos, solicitando un listado de los mozos malteses alistados en el corregimiento de Orihuela. Además, la normativa de quintas del año 1773, eximía a los comerciantes y cabezas de familia, expresando Mocholi: “… y los malteses sabe Vmd. que todos son comerciantes y la mayor parte cabezas del comercio que hacen…[18]”

El reparto del Equivalente oriolano de 1780, nos permite ubicar las tiendas de Francisco Vasallo, instalada en la calle San Miguel, y la de Pedro Grech en la calle del Ángel[19]. Un recuento de extranjeros elaborado a principios de 1784, anotaba 5 malteses corroborando la tendencia descendente en Orihuela, los veteranos Miguel Ángel, Pedro y Joseph Grech, más Francisco Vasallo y el novel Joseph Gambín[20].

La relación de extranjeros avecindados en Orihuela en 1791[21], anotaba 6 malteses sobre un cómputo aproximado de 153 extranjeros, con neto predominio de franceses e italianos. De estos seis malteses, cuatro de ellos radicaban en Orihuela con anterioridad a 1771, los hermanos Francisco y Carmelo Vasallo, más Miguel Ángel y Joseph Grech. Se computa como transeúnte a Pedro Grech, que tenía rango de alférez en el regimiento del Senescal en Malta, y por último a Baltasar Manchor residente tan sólo 4 meses en España.

Una vez invadida la Península por los franceses, Joseph Grech formalizó en 1809 una petición ante el corregidor de Orihuela, exponiendo que en su casa estaba residiendo cerca de tres años, Juan Rosso mozo maltés de 16 años, instruyéndose en el comercio y en el idioma español. Y que éste había sido enrolado en la segunda división, por lo que solicitaba se le separase del alistamiento, considerándolo como transeúnte y no como domiciliado en estos reinos[22].

Elche.

El número de malteses instalados en Elche en 1771, era sensiblemente inferior a Alicante u Orihuela, consignando únicamente a 4 isleños. Juan María Grech y Joseph Grech hermanos, que comparten tienda y estaban casados con maltesas residentes en el archipiélago[23], más Pedro Abela y Salvador Farrucha mancebos, que asimismo regentaban tienda compartida[24], todos ocupados en el menudeo de telas.

Paulatinamente se irían incorporando nuevos negociantes malteses al vecindario ilicitano, a la vez que otros abandonaban la villa. Ateniéndose a la normativa dictada el 17 de octubre de 1774, Pedro Abela, Salvador Mallia, Salvador Farrucha y Cayetano Chantar realizan una fianza mancomunada responsabilizándose unos por los otros, y adquiriendo la obligación de no abandonar su domicilio sin el pertinente permiso[25]. Asimismo, las actas capitulares ilicitanas registran varias peticiones de avecindamiento por parte de malteses, así Juan Aquilina solicita instalarse en el municipio en 1780, Joseph Zamit cursa su petición  en 1784, o Francisco Busotir y Vicente Rotí en 1788[26].

El padrón del Equivalente de 1780 nos permite emplazar la tienda de Salvador Farrucha en la calle de las Barcas[27]. El padrón del año 1793 inscribe a Cayetano Gerada  ubicado en la calle San Roque, a Pedro Sicluna en la calle Troneta, y a Francisco Busetir y Vicente Rotí, instalados en comandita en la calle del Carmen[28].

El recuento de extranjeros de 1791, apunta un incremento de malteses en la villa, contabilizando 11 oriundos de  Malta. De este grupo, 9 estaban ocupados en el menudeo de lienzos y telas, y 2 eran marineros licenciados que regentaban una tienda de comestibles[29].

Un listado de comerciantes ilicitanos que se elabora en 1805, con el fin de conocer el volumen de capitales invertidos en el uso mercantil, censaba 74 comerciantes en la villa sin especificar la nacionalidad, siendo al menos cinco malteses[30]. Los datos recabados reseñan que los isleños invertían reducidos capitales en sus negocios:

COMERCIANTES MALTESES Y CAPITALES EN USO

Vicente Rotí de Badia

Francisco Busetti

Joseph   Zamit

Cayetano Gerada

Joseph Gerada

5.200  reales

15.000 reales

12.000 reales

9.000  reales

7.500  reales

A principios del siglo XIX, la presencia maltesa en Elche va minorándose, únicamente hallamos 5 isleños avecindados en 1807[31]Vicente Rotí, Salvador Gerada, Cayetano Gerada, Francisco Busetín y Salvador Farrucha. Un cómputo posterior confeccionado en 1820, constata la tendencia decreciente, tan sólo 4 malteses, 3 eran vecinos moradores en el caserío de Santa Pola y 1 en la villa de Elche. De ellos, tres permanecían arraigados más de 27 años en el término municipal, Salvador Busetil, Salvador Gerada y el veterano Salvador Farrucha,  con 53 años de estancia en estas tierras[32].

Novelda.

En el listado que el corregidor oriolano remitió al intendente de Valencia en 1772, inscribió a 3 isleños afincados en Novelda. Estos eran Salvador Vecina casado en Malta con Rosa Spiteri, desde 1771 residía en Novelda y con anterioridad estuvo en Elche y Villena, Joseph Vecina casado con Rosa Caqueya en Malta, y Joseph Guerrier soltero, asentado desde 1771 en Novelda, llevaba 14 años en España, habiendo vivido en Cartagena, Serón (reino de Granada) y Villena. Los tres malteses regentaban un comercio conjunto y provenían de Villena, dónde en 1771 habían hecho renuncia de fuero maltés y se habían avecindado como españoles.

En 1774 permanecen Salvador Vecina y Joseph Guerrier; al año siguiente únicamente continúa Salvador Vecina. En 1778 se había incorporado a la vecindad Jaime Esquembre junto al veterano Salvador Vecina, y en 1780 se mantienen ambos, dedicados a la monotemática profesión de la venta de telas[33].

En la década siguiente encontramos a Joseph Azzopardo, instalado con su esposa Ángela Manchull. En 1791, el matrimonio Azzopardo bautiza en la parroquia de San Pedro a su hijo Juan Bautista y en 1793 a su otro vástago Vicente[34]. Los episodios bélicos surgidos entre España y Francia tras la revolución francesa de 1789, provocó la adopción de medidas represivas contra los productos galos. Una real pragmática obligó a que los comerciantes declarasen los géneros franceses que poseían en sus tiendas. En 1793, Joseph Azzopardo expuso que en su establecimiento contaba con 1.310 varas de los tejidos Laval, Calamanca, Amem, Eterina y Cretona, más 10 arrobas de lino. Un año después,  la cifra se había reducido a 536 varas de Laval, La Rosa, Calamanca, Cotonia y 15 libras de lino[35].

En  1800, el único nativo de Malta que persiste era Joseph Azzopardo. La relación de extranjeros de 1804 registra un incremento, inscribiendo a tres malteses en Novelda, Joseph Magrocasado con María Attard, tenía dos hijos, afincado 16 años en España. Francisco Magro, soltero, establecido 21 años en España y el veterano Joseph Azzopardo, con dos 2 hijos y que estaba afincado 26 años en España, todos ocupados en el menudeo de telas. Joseph Magro y Francisco Magro procedían de Crevillente y en ese mismo año se habían instalado en Novelda.

En 1807-1808 encontramos a Joseph Magro, Joseph Azzopardo y Juan Bonavía, todos casados y vendedores de lienzos[36]. En una documentación relativa a Quintas, hallamos que Juan Bonavía solicitaba licencia para desplazarse a Murviedro (Sagunto) donde residía su suegro, alegando que estaba casado y con hijos, y por tanto no le correspondía realizar el servicio militar activo, y que regresaría a Novelda tan pronto se le ordenase[37].

Aspe.

La normativa de avecindamiento de 1771, sitúa a Francisco Veneciano ejerciendo el mercadeo de telas, instalado en Aspe desde 1769, desposado con Ana Spiteri, que residía en Malta[38]. En 1776 Veneciano se mantiene en la villa, ya que viene registrado  en el listado de vecinos que contribuyen al pago del Equivalente en dicho año[39]. En algún caso, el comerciante maltés no se ceñía a la venta de géneros textiles, sino que despachaba productos reservados a los monopolios de las tiendas señoriales o municipales, viéndose implicado en denuncias judiciales. Tal hecho le acontece a Francisco Veneciano, que tenía abierto pleito por parte del administrador señorial del duque de Arcos, al vender en su tienda azúcar, alfileres, etc.

Unos años después localizamos a Juan Aquilina, probable pariente de Jaime Esquembre, que tenía alquilada una habitación o retazo de tienda en 1778, hallándose cerrada, y en paradero desconocido cuando se confeccionó la matrícula[40].

Jaime Esquembre Aquilina arraiga en Aspe en 1780 procedente de Novelda, año en que había contraído nupcias con María Veneciano, hija de Francisco. Su comercio de telas obtuvo una notable prosperidad en la localidad, a tenor del amplio patrimonio de bienes rústicos y urbanos que inscribe como propietario en los registros notariales de 1783 a 1820. La calle donde tenía instalada su tienda comenzó a denominarse como “calle del Maltés”, nominación que tuvo carácter oficial hasta el año 1942, en que cambió su nombre por la actual calle de Antonio Soria[41].

Juan Español Galia aparece radicado en la población en 1799. Contrae nupcias con Ana María Veneciano, convirtiéndose en cuñado de Jaime Esquembre. Al enviudar, se casa en 1818, con Ana María Esquembre Veneciano, hija de Jaime Esquembre, pasando a ser suegro y yerno respectivamente, además de cuñados. Al igual que sucedió con Jaime, su tienda de tejidos alcanzó una gran celebridad comercial, lo que le permitió adquirir un cuantioso patrimonio rústico y urbano. En 1826 formaliza cartas matrimoniales, cuantificando las pertenencias aportadas al matrimonio con Ana María Esquembre, cuyos bienes dotales importaban 77.910 reales, valorándose los géneros de su tienda en 41.000 reales, más 12.000 reales en efectivo para compra de mercancías[42].

La relación de 1801[43] anota tres malteses afincados en Aspe, Jaime Esquembre, Juan Español, y Lorenzo Attard, omitiendo a Salvador Attard y José Bonavía[44]. Cuatro años más tarde  la matricula relaciona a los anteriores y omite a Juan Español[45]. En 1806 y 1807 permanecen domiciliados 6 malteses en la villa, todos ocupados en el mercadeo de telas, si bien, a Jaime Esquembre se le califica como labrador hacendado. Junto a los anteriores se consigna a Ángel Bonavía[46], que está establecido en el municipio unos años.

Alcoy.

No hemos localizado el número de malteses que residían en Alcoy en 1772. En fechas posteriores, encontramos algunos avecindamientos a través de las relaciones del Equivalente de los años 1779 a 1783. Pedro Cutay estaba establecido en la calle San Nicolás en 1779. Dos años más tarde, encontramos afincados a Santos Caruana en la calle Santo Tomás y a Miguel Attard en la calle San Nicolás[47]. Al año siguiente continúan los tres en sus respectivos comercios y ubicaciones, en 1783 Santos Caruana permanece establecido en la calle Santo Tomás[48].

Inés Casasempere Tabone[49] relaciona una terna de malteses que tenían abierta casa de comercio en Alcoy a principios del siglo XIX, nominando a Salvador Tabone, Vicente Attard Vellay Vicente Tabone Vella, de este grupo, Vicente Attard clausurará su comercio y regresará a Malta unas décadas más tarde.

Albatera.

Joseph Abela reside en la localidad entre 1796-1807, está casado con Ramona Gutiérrez, natural de Albatera, e igualmente ocupado como tratante de ropas[50].

Almoradí.

Lucas Grech, estaba casado con española y domiciliado en la villa en 1804. Al año siguiente no figura en la relación de extranjeros, pero si aparece en 1807 con su hijo Salvador, reputados ambos como malteses[51].

Benejúzar.

Joseph Micalet estaba establecido en 1775-76 y Mateo Abela aparece afincando en 1776, ambos en el mercadeo de las telas[52]. En 1778 no encontramos malteses avecindados en la población.

Callosa de Segura.

En la villa callosina localizamos a Lorenzo Psaila, que viene relacionado en el listado de extranjeros de 1775, estaba casado en Malta[53].

Crevillente. 

La relación de extranjeros de 1801 recoge 4 malteses. Vicente Magro, casado con la crevillentina María Josefa Candela, comerciante de ropas, con 15 años de residencia en Crevillente. Francisco Magro, soltero, afincado 15 años en Crevillente, asimismo dedicado a la venta de telas. Miguel Abela, casado con española, reside en la villa en torno a 21 años y Salvador Scerri, desposado con española, y desde hacía 2 años trabajaba como labrador, anteriormente era vendedor de ropas[54].

Dolores.

Tomás Abela, estaba desposado con la española María Zamora Illán, natural de Dolores. Avecindado en la villa entre los años 1785 a 1804 cuanto menos, y dedicado al mercadeo de telas. Bautizó a 6 hijos en la parroquia de Dolores. Viene contenido en las relaciones de extranjeros remitidas al corregidor de Orihuela en 1791, 1793 y 1804[55].

Guardamar.

Antonio Grech abandona su residencia oriolana y se instala en Guardamar entre 1775 y 1778 como tratante de ropas[56]. La matricula de extranjeros de 1793 comunica al corregidor de Orihuela que en años anteriores residía en la población Lucas Tabone, comerciante en ropas al por menor, pero que en 1792 había retornado a su patria[57].

Ibi.

Las autoridades ibenses inscriben en 1794 como foráneos a Roque Bandín y Pedro Pablo Bandín, padre e hijo respectivamente, que están residiendo un año en esa población, igualmente comerciantes de ropas. Roque está casado en Malta con Magdalena Bandín, con la que ha tenido 4 vástagos. Su hijo, Pedro Pablo Bandín había contraído nupcias con Vicenta Sirvent, natural de Ibi, y en ese año no poseen descendencia[58]. En 1816 Pedro Pablo Bandín permanece afincado en Ibi, tiene 5 hijos y ha enviudado de Vicenta Sirvent[59].

Monóvar.

Joseph Gat es el único maltés que está establecido en la villa en 1793[60]. Entre 1801 y 1804 encontramos a Victoriano Spiteri, mancebo, que ejerce el sempiterno oficio de comerciante de ropas. A Victoriano se le suma Juan Busoti en 1804, desposado con española, igualmente atareado en la mercadería de ropas[61].

4. ESTIMACIONES GLOBALES DE MALTESES RESIDENTES EN ESPAÑA EN 1791.

Las singulares características del comercio maltés, hizo que gran número de malteses mudaran de localidad, transgrediendo las Reales Órdenes. Los isleños estaban interesados en mantener confuso su status vecinal, para así acogerse indistintamente a las prerrogativas que otorgaba la condición de transeúnte o avecindado, circunstancia que motivó un recordatorio de la Junta de Comercio a los Intendentes, instando a éstos para que velasen por el recto cumplimiento de los edictos.

En este sentido, Miguel Joseph de Azanza, Intendente del Reino de Valencia, cursó un oficio fechado el 8 de noviembre de 1790, dirigido a los justicias de los pueblos adscritos a su jurisdicción[62]. El memorándum recordaba los edictos vigentes sobre avecindamiento de malteses, dictados por la Real Junta de Comercio  -leyes de 11 de enero de 1771, 18 de mayo y 17 de octubre de 1774-. Azanza advertía del grave incumplimiento en que se había incurrido, ausentándose los malteses de los pueblos sin la pertinente justificación, o bien argumentando razones ilegales; unido a que vendían sus géneros sin estar inscritos en el gremio de comerciantes de vara para perjuicio del Estado. Por dichos motivos, el Intendente requirió la atención de los Justicias municipales para la puntual observancia de la reglamentación, a la vez que debían denunciar las irregularidades en que pudiesen incurrir.

Los sucesos políticos desencadenados por la revolución francesa intranquilizaron seriamente a los gobernantes hispanos, preocupados por el contagio de las ideas revolucionarias. La Corona española promulgó una Real Cédula, signada el 20 de julio de 1791, en la que ordenaba el recuento de todos los extranjeros residentes en territorio español. El cómputo debía indicar el nombre del individuo, procedencia, estado civil, nombre de la esposa en caso de estar casado, número de hijos, profesión, credo religioso, localidad, años de residencia,  y si estaban avecindados o eran transeúntes.

Cuadro II. EXTRANJEROS RESIDENTES EN ESPAÑA EN  1791[63]

NACIONALIDAD AVECINDADOS % TRANSEUNTES % TOTAL %
Franceses 13.332 48,5 4.435 68 17.767  52
Italianos   4.790 17,5 806 12,25 5.596 16,5
Portugueses   3.518 12,75 452 7 3.970 11,5
Genoveses   1.970 7 209 3,25 2.179  6,50
Alemanes   1.569 5,75 210 3,25 1.787  5,25
Malteses  1.229 4,50 39 0,75 1.268  3,75
Sardos     499   1,75 77 1,25   576  1,50
Ingleses     140 0,50 131 2    271  0,75
Irlandeses     139 0,50 33 0,5    172  0,50
Venecianos      76 0,25 15 0,25      91  0,25
Varios    242 0,90 116 1,75 358 1,5
TOTAL 27.512 6.253 34.035

 

 

 

 

 

El recuento de extranjeros de 1791, nos permite conocer el escalafón desempeñado por los malteses dentro del colectivo foráneo afincado en España. Los isleños ocupaban el 6º lugar, con 1.229 malteses avecindados y 39 transeúntes en territorio hispano. Si bien, en el área de la antigua Corona de Aragón, la presencia maltesa era más intensa, constituyendo la tercera comunidad foránea por número de residentes, tras franceses e italianos[64]. En tierras alicantinas, los listados de extranjeros de Elche u Orihuela reflejan características similares a los datos recopilados para la Corona aragonesa, predominando franceses e italianos sobre la comunidad maltesa.

Cuantitativamente, la presencia maltesa en 1791 resultaba  poco significativa respecto al cómputo global de extranjeros. Representaban el 3,75 % de los foráneos residentes en España, si bien hay que considerar que este colectivo resultaba proporcionalmente elevado en relación a la población absoluta del archipiélago –algo más de 90.000 habitantes para esas fechas-, ya que el territorio maltés tiene reducidas dimensiones, conformado por tres pequeñas islas: Malta (247 km2), Gozo (68 km2) y Comino (6,8 km2), y por tanto con un potencial demográfico muy inferior a otras naciones de la cuenca mediterránea.

5. CONCLUSIONES.

En las décadas finales del siglo XVIII, varios miles de malteses  emprendieron la primera emigración masiva motivada por razones económicas, instigados por la falta de oportunidades  de empleo, y atraídos por la coyuntura favorable de España, que llegó a convertirse en el medio de supervivencia económica para Malta. España vino a ser el principal mercado de absorción para el primer producto de exportación maltés, el algodón hilado, con un efecto secundario generado por el comercio algodonero, como sería la dispersión de los isleños por los pueblos peninsulares para mercadear tejidos al por menor. Una presencia maltesa que en Alicante reviste similares características a otros asentamientos de isleños en las zonas de Valencia, Murcia o Andalucía, animada por la temporalidad y el ánimo del retornar a su patria. No obstante, hubo un estimable colectivo de malteses que echaron raíces en tierras españolas, constituyendo linajes familiares tanto con esposas nativas de Malta como con españolas.

La emigración maltesa hacia España remitió a principios del siglo XIX, y ya no volvería a manifestarse nuevamente. Un conjunto de causas económicas y políticas propiciaron este cambio; la economía española había comenzado un período de grave crisis económica, unido a que la industria textil catalana estaba sustituyendo el algodón maltés por el procedente de América. A ello se le sumaron los cambios políticos en que se vio envuelta Malta a fines del Setecientos, que desembocaron en la perdida de su soberanía. La Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan, -que tras la cesión hecha por el emperador Carlos I en 1530-, regía con plena independencia los destinos políticos del archipiélago maltés, abdicaba ante el ejército napoleónico el 11 de junio de 1797, perdiendo para siempre el gobierno de las islas y trasladando su sede a Trieste.

Las inhábiles medidas de la administración bonapartista no tardaron en provocar una violenta reacción del pueblo maltés, que puso sitio a las tropas francesas acuarteladas en la Valetta, pero viéndose incapaces de rendir a las tropas galas. Los malteses decidieron pedir ayuda a los ingleses, que desembarcaron en Malta en diciembre de 1799. Al año siguiente, el ejército francés capitulaba, ocupando los ingleses el archipiélago, y convirtiendo a Malta en un protectorado del Imperio Británico, y posteriormente en una colonia, y por tanto, pasando a depender de los designios de la Corona Británica.

AGRADECIMIENTOS.

No quisiera concluir este trabajo, sin expresar mi agradecimiento a don Vicente Prats Esquembre de Villena, a don Vicente Esquembre Box de Alicante, al desaparecido don Pedro Esquembre y a don José María Esquembre Miralles de Aspe, que pusieron a mi disposición sus materiales y conocimientos, cuando inicié las investigaciones sobre malteses, y que han definido la líneas genealógicas de los Esquembres en sus respectivas poblaciones.

BIBLIOGRAFÍA.

ANES, Gonzalo: El Antiguo Régimen: Los Borbones. Historia de España Alfaguara IV. Alianza, 1983.

ACTAS DEL PRIMER COLOQUIO INTERNACIONAL HISPANO MALTÉS DE HISTORIA. Madrid. Ministerio de Asuntos Exteriores. 1991

CARUANA ROIG, José: Los malteses en Valencia. Notas heráldico-genealógicas. Valencia, 1911.

CASASEMPERE TABONE, Inés; “Linajes Malteses en Alcoy”. Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica. Madrid, 1955

MARTÍNEZ ESPAÑOL, Juan, Marco Antonio y Gonzalo. “Los  malteses   en Aspe  a  finales del siglo XVIII: los Veneciano, Esquembre, Español, Attard, Bonavía y Caruana”. Revista la Serranica nº  42 Aspe, Ayuntamiento 1998.

SALAS AUSENS, José Antonio y JARQUE MARTÍNEZ, Encarna: “Extranjeros en España en la segunda mitad del siglo XVIII”, dentro de  Actas del  Coloquio Internacional Carlos III y su siglo, T. II pp. 985-997. Universidad Complutense, Departamento de Historia Moderna, 1990.

 

Cuadro III.  MALTESES DOCUMENTADOS EN TIERRAS ALICANTINAS   1771-1808

NOMBRE AÑO Y LUGAR DE NACIMIENTO PADRES ESTADO CIVIL O ESPOSA LUGAR DE RESIDENCIA Y AÑO
Abela, Joseph Zejtum Ramona Gutiérrez (Albatera) Albatera  1796-1807
Abela, Juan Orihuela  1772
Abela, Lorenzo Xalraza Miguel Ángel y Femia Gracia Caruana Orihuela  1771
Abela, Mateo 1747  Zejtum Ángel y Luisa soltero Orihuela  1771

Benejúzar  1776

Abela, Miguel Asiach casado con española Crevillente 1780-1801
Abela, Pedro Xalara soltero Elche  1771-74
Abela, Tomás 1750  Zejtum Lorenzo y Gracia soltero Orihuela  1771-72

 

Abela, Tomás María Zamora Dolores  1785-1804
Aquilina, Juan Elche   1780
Attard, Lorenzo Zejtum Juan y Catalina Teresa Sánchez (Aspe) Aspe 1798-1833
Attard, Miguel Alcoy  1781-82
Attard, Salvador Zejtum Juan y catalina Rosalía Cánovas (Aspe) Aspe 1798-1814
Azzopardo, Joseph Zejtum Andrés y Ana Teresa Manchull Novelda 1791-1808
Bandín, Pedro Pablo Roque y Magdalena Vicenta Sirvent Ibi   1793-1816
Bandín, Roque Magdalena Bandín (Ibi) Ibi   1793-94
Blanco, Juan María 1747 Conspicua Joseph y Rosa soltero Orihuela  1771-73
Bonavía, Ángel 1795  Zejtum José y Rosa María Dolores Caruana Aspe  1806-1876
Bonavía, José casado Aspe  1798-1807
Bonavía, Juan Novelda  1807-08
Borch, Bautista 1768   Attard soltero Elche   1791
Busoti, Juan casado con española Monóvar   1804
Busetin, ó Busotir Francisco 1736  Senglea casado con Imperiosa Elche  1788-1807
Busetil, Salvador María Gerada Elche  1820
Camilieri, Anastasio 1753  Senglea soltero Elche  1790-91
Camilieri, Ángel 1743   Gechivi viudo Elche 1791
Camilieri, Ignacio 1759  Senglea Francisca de Malta Elche 1790
Caruana Santos Alcoy  1781-83
Cassar, Joseph 1734  Zejtum Antonio y María soltero Orihuela  1765-73
Chantar, Jorge 1742  Senglea soltero Orihuela 1773
Chantar,Cayetano Elche 1774
Cutay, Pedro Alcoy   1779
Español, Juan Zejtum Ángel y María Ana María Veneciano.

Ana María Esquembre (Aspe)

Aspe  1799-1830
Esquembre, Jaime 1755  Zabbar Miguel Ángel y María María Veneciano Novelda 1778-80

Aspe 1780-1827

Farrucha,Lorenzo Valetta Casado Elche  1791
Farrucha, Salvador Alaza Antonia López (Elche) Orihuela  1762-65

Elche   1766-1820

Gambín, Joseph María Gracia Orihuela   1784
Gat, Joseph Monóvar  1793
Gerrier, Joseph 1737 Victoriosa soltero Novelda 1771-74
Gerada,Cayetano 1766  Valeta Elche  1788-1807
Gerada, Salvador 1778  Valeta Juan María y Magdalena soltero Elche  1792-1807
Grech, Antonio 1755 Cavalaciach Miguel Ángel y Catalina soltero Orihuela  1771

Guardamar 1775-78

Grech, Joseph Casalata Elche  1771
Grech, Juan María Casalata Elche  1771
Grech, Joseph Orihuela
Grech, Lucas 1752  Asiae Miguel Ángel y Catalina casado Orihuela  1772

Almoradí 1804-07

Grech, Miguel Ángel Asiae Antonio y Ana Catalina Vella Orihuela  1772
Grech, Pedro 1749  Asiae Miguel Ángel y Catalina soltero Orihuela 1767-73
Magimi, Baltasar Casaluca Orihuela  1791
Magro, Joseph Zejtum María Attard Novelda 1804-08
Magro, Francisco Zejtum Juan Bautista y María soltero Crevillente 1786-1801

Novelda  1804.

Magro, Vicente 1764  Zejtum Juan Bautista y María Josefa Candela (Crevillente) Crevillente 1786-1830
Mallia, Lucas 1761  Tarxien Victorio y Teresa soltero Orihuela  1771-73
Mallia, Salvador 1759  Tarxien Victorio y Teresa soltero Orihuela  1772-73

Elche   1774

Mallia, Victorio 1719  Tarxien Salvador y María Teresa Caruana Orihuela  1772-73
Micalet, Joseph 1739 Benejúzar  1776
Psayla, Lorenzo 1723 Victoriosa Francisco y Ana Gracia Cassar Orihuela  1771-72

Callosa de Segura 1775

Rosso, Juan 1793 soltero Orihuela 1807-09
Rotí, Miguel 1739   Malta casado Elche   1788-91
Rotí, Vicente 1767  Senglea Miguel soltero Elche   1788-1807
Scerri, Salvador Asiach casado con española Crevillente   1791
Sicluna, Pedro 1769 Zejtum Juan Elche   1791
Spiteri, Francisco 1754 Artaciel Joseph y Ana soltero Orihuela   1771
Spiteri, Victoriano soltero Monóvar  1801-04
Tabone, Lucas Guardamar  1792
Tranblet, Joseph 1746  Singola Luís y Serafina Ana María Grech Orihuela  1768-73
Vassallo, Carmelo 1755 Valetta Bautista y Rosa Francisca Medina (Orihuela) Orihuela  1767-91
Vasallo, Francisco 1745 Valetta Bautista y Rosa María Sores (Orihuela) Orihuela  1760-91
Veneciano, Francisco Ana Spiteri Aspe   1769-1779
Vecina, Joseph 1735 Victoriosa Rosa Caqueya Novelda  1771-73
Vecina, Salvador 1709 Victoriosa Rosa Spiteri Novelda 1771-80
Zamit, Joseph Elche      1784

 


Entre los múltiples trabajos sobre demografía española, se pueden consultar: NADAL, Jordi: La población española (siglos XVI al XX). Barcelona 1991. BERNAT i MARTÍ, Joan Serafí y BADENES MARTÍN, Miguel Ángel: Crecimiento de la población valenciana 1609-1857. Alfons el Magnanim. Valencia, 1994.
 VASALLO BORG, Carmelo. “Los malteses en la Valencia del siglo XVIII”,  en Actas del primer coloquio Hispano Maltés de Historia. Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1991, pp. 65-66.
 ANES, Gonzalo: El Antiguo Régimen: Los Borbones. Historia de España Alfaguara IV. Alianza, 1983, p. 236.
 ALFONSO MOLA, Marina: “La actitud de los malteses ante la naturalización. Dos casos singulares: Azzopardo y Benavita” en Actas del primer coloquio Hispano Maltés de Historia. Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1991, p. 103-4.

Archivo Municipal de Jijona. Sig. 10/7, Órdenes de la Intendencia General de Valencia a Jijona, documento nº 10, 1768-1772.
 Archivo Municipal de Elche. (en adelante A. M. E.). Legajo 66-1 documento 5. Transmisión de órdenes por el Intendente del Reino de Valencia sobre avecindamiento de malteses, 1772.
 VASALLO BORG, Carmelo. “Los malteses en la Valencia del siglo XVIII”,  en Actas del primer coloquio Hispano Maltés de Historia. Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1991, p 79.
 A. M. E. Legajo 66-3 documento 12. Transmisión de una orden de la Real Junta de Comercio sobre avecindamiento de malteses con fianzas. Elche, 18 de mayo de 1774.
 A. M. E. Legajo 66-3 documento 32. Transmisión al Ayuntamiento de Elche por parte del Corregidor de Jijona, de una Real Orden de la Junta de Comercio  sobre avecindamiento de malteses. Jijona 18 de noviembre de 1774.
 VASALLO BORG, Carmelo, Op. Cit. p. 66.
 GIMÉNEZ LÓPEZ, Enrique: Alicante en el siglo XVIII: Economía de una ciudad portuaria en el siglo XVIII. Institución Alfonso el Magnánimo. Valencia, 1981, p. 66.
 VASALLO BORG, Carmelo, Op. Cit. p. 79.

 

 A. M. O. Legajo D-1.940. Escrituras de renuncias de fuero de extranjería, documentos nº 70, 71,72, 73, 74, 75, 76.
 A. M. O. Legajo D-1.940, doc. 78.
 A. M. O. Legajo 2.046 Provisiones, Resoluciones, Órdenes, Cédulas, Edictos y  Fondos sobre Comercio 1741-1821.
  A. M. O. Legajo D-1940, doc. 106. Expediente de extranjeros en Orihuela, 15 de marzo de 1773.
  A. M. O. Legajo D- 2298 doc. 68 1-2. Reclamación del cónsul general de Malta, 1773. Respuesta del Corregidor de Orihuela. Orihuela, 7 de mayo de 1773.
  A. M. O. Legajo D-2037, doc. 20. Carta de cónsul de Malta al gobernador de Orihuela. Valencia, 11 de mayo de 1773.
  A. M. O. Legajo D-446 nº 22. Padrón del Equivalente del año 1780.
  A. M. O. Legajo D-2.063. Listado de extranjeros domiciliados en Orihuela, 10 de febrero de 1784.
 A. M. O. Legajo D 1.940, doc. 108. Expediente de extranjeros en Orihuela en 1791. Orihuela 20 de julio de 1791.
  A. M. O. Legajo D-1994, doc. 106.
 A. M. E. Protocolo nº 956,  Jerónimo Ruiz 1762-1774. Escritura de renuncia de Fuero. Elche, 3 de diciembre de 1771, fol. 28 /v
 Ídem  Escritura de renuncia de Fuero. Elche, 17 de febrero de 1771. fol. 1/v
 Ídem. Obligación de Pedro Abela y otros malteses sobre permanecer en su domicilio. Elche, 14 de diciembre de 1774, fol. 69/v.
 A. M. E. Libros de Cabildos a/110 doc. nº 30 (1780), a/114 doc. nº 13 (1784), a/118 doc. nº 11 y 13 (1788).
 A. M. E.  Legajo H/ 96 doc. 6.  Reparto del Equivalente año 1780.
 A. M. E. Legajo H/98 doc. 3. Reparto del Equivalente año 1793.
 A. M. E. Legajo H/59 doc. 12. Relación de extranjeros residentes en la villa de Elche en 1791.
 A. M. E. Legajo H/44 doc. 6. Relación de los comerciantes al por menor y por mayor de esta villa y los capitales que hacen uso mercantil. Elche 11 de mayo de 1805.
 A. M. E. Legajo H/ 59 doc. 12. Matrícula de Extranjeros residentes en Elche en 1807. Elche, 29 de mayo de 1807.
 A. M. E. Legajo H/105 doc. 8. Estado de los extranjeros que residen en la villa de Elche y caserío de Santa Pola en el año 1820.
 Archivo Municipal de Novelda (en adelante A. M. N.), Caja nº 3 documento nº 23. Memorial de Residentes Extranjeros 1771-1780
 Archivo Parroquial de Novelda. Libro de Bautismos nº 14  1788-1793, fols. 122 y 198.
 A. M. N. Procesos 1793-1795. Expediente nº 24. Declaración de géneros franceses en las tiendas.
 A. M. O.  Legajo  D-1.944, documentos 2 (1800), 42 (1804), 81 (1807) y 97 (1808).
 A .M. N. Quintas Siglo XVIII-XIX.
 A. M. O. Legajo D-1.940 documentos 78 y 106.
 A. M. O. Legajo D-442, doc. 15. Padrón del Equivalente de Aspe, 1776.
 A. M. O. Legajo D-140 doc. 191. Matrícula de extranjeros, Aspe 21 de noviembre de 1778.
  Se puede ampliar información sobre los malteses en Aspe ene. artículo: MARTÍNEZ ESPAÑOL, Juan, Marco Antonio y Gonzalo. “Los  malteses   en Aspe  a  finales del siglo XVIII: los Veneciano, Esquembre, Español, Attard, Bonavía y Caruana”. Revista la Serranica nº  42. Aspe, Ayuntamiento 1998.
 A. M. N.  Protocolo de Hernández  Pérez. Cartas matrimoniales de Juan Español y Ana María Esquembre. 1826, fol. 184.
 Hemos constatado que algunas matrículas de extranjeros no anotan a la totalidad de malteses afincados en Aspe,  localizados mediante documentación notarial. Quizá se deba al hallarse ausentes en el momento de redactarse el listado y tal circunstancia sea extensible a otros municipios.
  A. M. O. Legajo D-1944, doc. 14. Relación de extranjeros residentes en Aspe. Aspe, 23 de diciembre de 1801.
 A. M. O. Legajo D-1944 doc. 57. Relación de extranjeros residentes en Aspe. Aspe, 29 de enero de 1805.
 A. M. O. Legajo D-1944 doc. 70 y 80. Relación de extranjeros residentes en Aspe. Aspe, 23 e enero de 1806 y 12 de enero de 1807.
 Archivo Municipal de Alcoy Sig. 5.254. Repartimientos, Equivalente, Aguardiente y Derrama 1709-1782.
 Archivo Municipal de Alcoy Sig. 5.256.  Repartimientos, Equivalente, Aguardiente y Derrama 1781-1789.
 CASASEMPERE TABONE, Inés; “Linajes Malteses en Alcoy” Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica. Madrid, 1955.
 A. M. O. Legajo D-1943 documentos 54 y 101 para los años 1796 y 1798. Legajo D-1944 documentos 1 (1800), 13 (1801), 43 (1804)  y 87 (1807).
 A. M .O. Legajo D-1944 documentos  51 (1804) y 82 (1807).
 A. M. O. Legajo D-1.940 doc. 102
 A. M. O. Legajo D-1.940 doc. 102.
 A. M .O. Legajo D-1.944 doc.  15.
 A. M. O. Legajo D-1.942 doc. 11 (1791), Legajo D-1.943 doc. 10 (1793) y Legajo D-1.944 doc. 27 (1804).
 A. M. O. Legajo D-1.940 doc. 104.
 A. M. O. Legajo D-1.942, doc 10. Relación de Extranjeros en Guardamar en 1793.
 Archivo Municipal de Ibi. Sig. 1-23-1. Ayuntamiento, Órdenes  1791-96.
  Ídem.  Órdenes 1816-17.  
 A. M. O. Legajo  D-1.942, doc. 12. Certificación de extranjeros residentes en Monóvar en 1793.
 A. M. O. Legajo D-1.944, documentos 18 y 46. Certificación de extranjeros en Monóvar, años 1801 y 1804.
 A. M. E. Legajo H 148-1 documentos nº 2 y 3. Notificación al Ayuntamiento de Elche de varias órdenes, una sobre avecindamiento de malteses.
 ALFONSO MOLA, Marina: “La actitud de los malteses ante la naturalización. Dos casos singulares: Azzopardo y Benavita” en Actas del primer coloquio Hispano Maltés de Historia. Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1991, p. 101.
 SALAS AUSENS, José Antonio y JARQUE MARTÍNEZ, Encarna: “Extranjeros en España en la segunda mitad del siglo XVIII”, T II, p. 990.